Aquella tarde, dos jóvenes con corazones inquietos se toparon con una realidad demasiado cruel. Se llevaron seis perros, luego otros seis. Pronto la pequeña propiedad en la que vivían desbordó de vidas peludas y necesitadas. De 12 perros pasaron a casi 300 en cuestión de años. “Fue entonces que entendimos que esto no iba a ser una pasión pasajera; iba a ser nuestra vida”, reflexiona Gabriela.
El destino del santuario cambió abruptamente cuando una resolución emitida por el Banco Central de Argentina las dejó sin la propiedad que habían conseguido. Con una hipoteca a cuestas y más de 300 animales a cargo, las hermanas buscaron un nuevo hogar.
No tenían nada, pero tampoco abandonaron a ninguno de los rescatados. “Nunca dejamos a los animales”, dice Gabriela, como si esa frase fuera un mantra.
Coco, un caballo maltratado, fue el punto de inflexión. Coco había pasado de mano en mano, siempre cargando más de lo que su cuerpo podía soportar, recibiendo palizas hasta que ya no pudo más. Gabriela y Noemí lo rescataron, pero el animal no sobrevivió a la última brutalidad.
“Ese día prometimos que ninguna especie abusada moriría sola y sin dignidad”, recuerda Gabriela, la voz quebrada por un dolor que parece reciente. Así fue que El Paraíso dejó de ser solo un refugio para perros. Se convirtió en un santuario interespecies, el primero de su tipo en Argentina.
Mantener vivo el santuario es un milagro diario. El costo de la alimentación y los gastos veterinarios se acumulan. Gabriela se lamenta: “Este trabajo no es fácil, y cada día es más difícil”. Las donaciones son esporádicas.
Hace más de 25 años, una benefactora estadounidense hizo posible el sueño de iniciar la construcción del hospital veterinario, pero el proyecto aún sigue inconcluso por falta de fondos.
“Sobrevivimos con lo mínimo”, dice Gabriela con un suspiro que mezcla gratitud y resignación en un país donde la inflación anual es de más del 200% y la pobreza afecta al 52% de la población.
Encontrar trabajadores es otro obstáculo. Solo algunos voluntarios —apenas seis— ayudan cuando pueden. Tres chicas fieles asisten todos los días, incluso cuando un caballo enferma y es necesario administrarle suero.
Gabriela mira a su alrededor y piensa en el futuro. “Cuando yo me muera, alguien tiene que seguir con esto”, dice con tono severo, consciente de la fragilidad de su legado en un país donde el bienestar animal no es prioridad.
Para colaborar con El Paraíso se puede poner en contacto con sus administradores a través de la página web (https://elparaisoanimal.org/); sus redes sociales (Instagram: @elparaisoanimaloficial, Facebook: https://www.facebook.com/paraisodelosanimales; Twitter/X: @ElParaisoAnimal); o mandar un mail (contacto@elparaisoanimal.org).
En caso de querer hacer una donación desde Argentina, los datos de la cuenta bancaria son los siguientes: Cuenta Corriente BBVA en pesos/dólares n° 191-007531/9; CBU: 0170191920000000753199; alias: DONA.PARAISO.ANIMAL.